A día de hoy, mucha gente utiliza las palabras racista, xenófobo, homófobo y fascista como si fueran sinónimos. Es cierto que tienen ciertos parecidos y áreas donde se solapan, pero estrictamente hablando el significado no es el mismo. Con este artículo me gustaría hacer una aclaración y hablar de un fenómeno emergente, que yo llamaría el «clasismo internacional».
Xenofobia
Se refiere a un sentimiento muy general: el miedo y rechazo hacia los de afuera. La definición de «gente de afuera» es totalmente subjetiva. Para algunos puede referirse a cualquiera que viene de otro pueblo a solamente 20km, para otros puede referirse a gente de otras provincias, países o continentes. Pero un xenófobo es alguien que rechaza a otro sólo por el hecho de ser de un origen distinto. En el sentido más amplio también puede incluir al odio hacia miembros de otros grupos étnicos aunque sean del mismo pueblo, por ejemplo, el recelo que siente un iraquí de origen árabe hacia un compatriota de origen kurdo.
Homofobia
Se refiere al miedo o rechazo hacia los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. El miedo puede tener varios niveles, desde pensar que no deben existir hasta opinar que no merecen tener los mismos derechos a formar una familia. No todos los homófobos son necesariamente xenófobos, tampoco todos los xenófobos son necesariamente homófobos, aunque muchas mentes cerradas suelen padecer ambos sentimientos porque se tratan del «miedo a lo desconocido».
Etnocentrismo
Es una palabra poco usada pero de muy común manifestación. Se refiere a la idea de que los de tu propio país, propio pueblo, propia cultura y propios valores son los mejores y el resto son todos inferiores. Desde la antigüedad casi todas las culturas han sido más o menos etnocentristas, pero uno de los ejemplos mejor documentados eran los griegos.
A pesar de que Grecia estaba dividida entre varios ciudades estados, todos hablaban el mismo idioma y creían descender de ancestros comunes, formando un concepto de «unidad étnica». Según varios escritos contemporáneos, muchos griegos se consideraban los únicos con una verdadera cultura y todos los demás eran «bárbaros incivilizados» que carecían de moralidad. En muchos estados, el matrimonio mixto entre griegos y no-griegos estaba muy mal visto y a los hijos se les negaba la ciudadanía. Cuando Alejandro Magno fomentó el mestizaje en las tierras conquistadas, muchos contemporáneos lo miraron con desdén y lo consideraron un traidor de su patria.
En países donde conviven varias etnias, el etnocentrismo llevado al extremo puede acabar en el odio interétnico, como en el caso de la antigua Yugoslavia, Irak, Afganistán, Kenia y muchas repúblicas ex-soviéticas.
Nacionalismo
Es una palabra inventada en el siglo XIX. La idea surgió en una época cuando en muchos imperios como el otomano, austriaco y ruso, convivían pueblos de distintas culturas, religiones, lenguas y fisionomías, que no tenían nada en común salvo vivir bajo el mismo monarca; por otro lado, también había poblaciones culturalmente homogéneas que vivían bajo distintos estados, como en Italia y Alemania. Se hizo popular la ideología de que poblaciones con la misma herencia cultural y ancestral debían auto-determinarse en «estado-naciones», para conservar sus tradiciones y evitar conflictos de convivencia con otros pueblos.
Entre finales del siglo XIX y principios de siglo XX, bajo la bandera del nacionalismo, se desintegraron muchos imperios multiétnicos mientras se forjaron otros estados culturalmente homogéneos. A día de hoy, el nacionalismo tiene varias clases. En el extremo más tolerante, el nacionalismo catalán y vasco sólo pretenden gozar de mayor grado de independencia y conservar su idioma, sin discriminar a sus ciudadanos por su origen étnico; en el extremo más discriminatorio, el nacionalismo en muchos países de Europa del Éste reivindican la expulsión de todas las personas de otras lenguas, religiones, culturas y ascendencia.
Racismo
Desde la antigüedad, cualquier viajero se ha podido dar cuenta de que los seres humanos varían físicamente según lugar un otro: que un europeo del norte no se parece a un europeo de sur, que un nativo de los Balcanes no se parece a un egipcio… Sin embargo, es a partir de finales del siglo XVIII cuando surge la palabra «raza» en la clasificación de los seres humanos, coincidiendo con una época en que casi todo los países del mundo se dividían en dos categorías: los colonizadores, la mayoría de origen europeo, y los colonizados, la mayoría de piel más oscura.
Para justificar la dominación europea sobre el resto de mundo, se hicieron populares las teorías seudocientíficas de que los seres humanos descendían de tres o cuatro razas de orígenes distintos y, que se diferenciaban entre ellas no sólo en fisionomía sino también en inteligencia y habilidades innatas, por una causa totalmente biológica. Por supuesto, la supremacía europea era considerada la consecuencia natural de la inteligencia superior de la «raza blanca». Se asociaban determinados rasgos físicos, como el pelo rubio, facciones europeas y ojos azules, con poseer mayor capacidad intelectual.
Fascismo
El fascismo es una ideología muy concreta, inventada por Benito Mussolini en Italia a principios de siglo XX y tuvo repercusiones en otros países, como el falangismo en España y el nazismo en Alemania.
La ideología fascista es una combinación de nacionalismo, populismo, socialismo y autoritarismo con un culto hacía un pasado glorioso de la nación. Reivindica la solidaridad entre miembros de la misma nación, postula la exclusión de los extranjeros, las minorías étnicas y las sexuales, bajo un gobierno autoritario que garantiza el bienestar del pueblo y protege las tradiciones sagradas.
Contrario a lo que cree mucha gente, el fascismo nunca ha sido una lucha de ricos contra pobres, sino más bien un movimiento revolucionario que pretende sustituir la «lucha de clases» entre obrero y empresario por una «lucha horizontal» entre los de dentro y los de fuera.
Tanto en Alemania como en Italia, durante los años 20 y 30, el fascismo tuvo más repercusión entre las clases populares, muchas veces en los mismos barrios donde predominaban comunistas y anarquistas.
La situación actual
En mi opinión, la diferencia fundamental entre los términos mencionados es que la xenofobia y homofobia tratan sobre sentimientos, el etnocentrismo trata sobre una creencia, el racismo trata sobre una teoría científica (o seudocientífica) y, el nacionalismo y fascismo tratan sobre ideologías políticas.
Los sentimientos, desde luego, son muy cambiables porque cada persona, según las nuevas experiencias y conocimientos que adquiere, puede cambiar su formar de pensar o sentir sobre ciertos colectivos. Un buen ejemplo es la creciente aceptación de los gays en la sociedad occidental durante los últimos 10 años. Según una encuesta en el año 2000, un 70% de estadounidenses estaban en contra del matrimonio homosexual y la adopción de niños, mientras que en 2010, disminuyó a un 40%, demostrando así, que en una cuestión de 10 años mucha gente había cambiado de opinión.
El racismo científico del principio del siglo XX ya ha perdido seguidores, no sólo en el terreno político, sino también porque la mayoría de las teorías, de que la humanidad se dividiera en razas biológicas, han sido derrumbadas por el estudio del ADN humano.
El fascismo también ha perdido su popularidad. A pesar de que algunos partidos populistas como FN en Francia o UKIP en el Reino Unido juegan con los sentimientos populistas de “ellos contra nosotros”, siempre respetan a las instituciones democráticas, y eso en sí mismo, ya es muy contrario a las ideas de Mussolini.
El nacionalismo y el etnocentrismo tienden a popularizarse y apagarse según la situación económica. Cuánto más dificultades atraviesa una sociedad, más gente se suma a la idea de que “los nuestros, primero”.
Clasismo Internacional
En un mundo cada vez más globalizado donde todos los pueblos del mundo se parecen cada vez más culturalmente pero son económicamente desiguales, veo que está surgiendo una nueva forma de política identitaria que yo llamaría el “clasismo internacional”.
Se trata de que las identidades colectivas ya no se forma en base a la similitud cultural, el color de la piel o los rasgos externos, ni de idiomas ni religiones, sino del nivel económico del país de donde procede cada uno. Los ciudadanos de los países más ricos se convertirían en miembros de una “nueva aristocracia mundial”, los ciudadanos de países emergentes se convertirían en la nueva “clase media mundial” y los de los más pobres se convertirían en el nuevo “proletariado mundial”. La solidaridad podría extenderse entre distintos países, naciones, etnias o continentes, pero siempre entre nacionalidades de la misma categoría económica.
Por ejemplo, los europeos se lamentan durante semanas cuando se estrella un avión cargado de “gente como ellos” en pleno vuelo, pero no se inmutan cuando vuelcan un barco en el que viajan 700 refugiados procedentes de los países más pobres.
Igual que en la época feudal, los miembros de la nueva aristocracia mundial se creen con más derechos que los miembros de la clase media y del proletariado. Piensan que sus vidas valgan más; que ellos puedan viajar a y vivir en los países de otros cuando quieran, pero que otros no puedan hacer lo mismo en el suyo. E igual que antes, los miembros de la clases humildes intentan imitar las maneras y el estilo de vida de la aristocracia y consideran todo lo suyo propio como inferior y retrasado.