En la segunda parte de las “crónicas neolíticas”, vamos a hablar sobre los cambios culturales, sociales y psicológicos en la sociedad humana que surgieron a partir de hace 10.000 años, a raíz del invento de la agricultura.
Cuando el hombre era cazador-recolector, la sociedad humana no era solamente nómada, sino que cada población no solía superar docenas de habitantes. Aunque distintas tribus se congregaron en determinados lugares periódicamente para celebrar ceremonias religiosas, intercambiar productos y buscar compañeros sexuales, a lo largo del año, la mayoría de la gente se rodeaba solamente de la gente de su tribu, que normalmente no superaban las 30 personas.
En general, esas sociedades solían ser muy igualitarias. Aunque existían jefes de tribu o personas que gozaban de mayor respeto, su destacada posición solía deberse a su propio mérito (el mejor cazador, recolector, orientador etc.). A pesar de que los miembros de “rango mayor” disfrutaban de ciertos privilegios, como lo de llevar adornos más elaborados o de comer primero, las diferencias materiales no solían ser marcadas. Esta igualdad todavía es la norma vigente en la mayoría las últimas tribus cazadoras-recolectoras de la actualidad.
Con el invento de la agricultura, la gente empezó a vivir en comunidades sedentarias y el número de personas de cada población se multiplicó. Desde hace 10.000 años, pueblos con más de miles de habitantes empezaron a aparecer por el Oriente Medio (Jericó). Y desde hace 9000 años, varias poblaciones con más de 5000 habitantes prosperaron por lo que es ahora Turquía (Catalhoyuk) y Europa del éste (la cultura Cucuteni-Trypillian).
Catalhoyuk
Entre todos los grandes asentamiento neolíticos, el mejor estudiado es Catalhoyuk, situado en el corazón de Turquía asiática. De hace 9500 a 7800 años, fue una urbe de 13 hectáreas, hogar de hasta 10.000 habitantes. Las casas eran construidas por ladrillos de adobe de forma rectangular, con una puerta en el techo, aglutinadas de modo tan denso que no había calles. La gente accedía a su propia casa andando encima del techo de los vecinos.
En aquella época el clima era mucho más húmedo y Catalhoyuk se encontraba entre el cruce de varios ríos, donde los habitantes obtenían agua fresca, cogían peces y cazaban animales que venían a beber, pero la mayor fuente de calorías era el trigo, que los residentes cultivaban en el campo que rodeaba el asentamiento.
La gente de Catalhoyuk tenían costumbres curiosas, una es la de enterrar a los difuntos bajo el suelo de la casa, y antes del enterramiento, solían dejar al cadáver en campo abierto durante varios días hasta que los buitres hubiesen comido toda su carne. Cuando los antiguos propietarios de cada casa habían muerto, se tiraban las paredes para rellenar el espacio de la vivienda y la siguiente generación construían la nueva vivienda encima de los escombros de la antigua. Así que a medida que trascurrían los años, el asentamiento se hacía cada vez más alto.
Sus costumbres higiénicas tenían un contraste muy radical. El interior de todas las casas era tan limpio que no se encontraba ni una mancha, pero los huecos entre casa y casa eran utilizados como vertederos de basura de todos los vecinos. Cuando la basura había acumulado a una cierta altura, prendían fuego para quemarla.
Para los arqueólogos, Catalhoyuk era una excelente fuente de información para la vida en el neolítico, porque aparte de ser una ruina arqueológica, también era una gran necrópolis donde se almacenaban miles de restos humanos. A través del análisis de los huesos, los arqueólogos investigan el estilo de vida que había llevado, los años que vivían, la dieta, la musculatura y las enfermedades que sufrían.
Quizás el hecho más sorprendente es que en muchos casos, la gente enterrada debajo de los suelos, incluso niños, no estaba aparentada, que despierta la curiosidad de si muchos hijos eran “adoptados” o si las familias “intercambiaban” hijos para criar. El otro hecho sorprendente es que todas las personas, independientemente de sexo o origen familiar, parecían haber llevado exactamente el mismo estilo de vida, empeñando las mismas tareas y alimentando de la misma dieta con la misma cantidad y calidad.
Esta igualdad también se reflejaba en las viviendas. Todas las casas eran del mismo tamaño, constaban de un cuarto grande que servía de espacio para vivir y dormir y otros 2 más pequeños que servían de almacén. Algunas viviendas podían ser ligeramente más espaciosas que otras o con adornos más elaborados, pero las diferencias eran muy sutiles. Hasta el día de hoy, todavía no han descubierto ningún edificio público, ningún palacio o ningún templo salvo los atares dentro de cada vivienda. Según parece, no había reyes, nobleza, alcaldes ni sacerdotes. La diferenciación social brillaba por su ausencia tanto como en una tribu de cazadores-recolectores.
El modelo social de Catalhoyuk parecía extenderse a todos los grandes asentamientos neolíticos: una sociedad sin jerarquía ni división de trabajo y, aparte del hecho de que las mujeres daban a luz, no había roles de género. Todas las personas, independiente del sexo o la familia donde procedían, realizaban todos los oficios: cazar, cuidar animales, cultivar el campo, ordeñar las cabras, hacer la matanza, construir casas, arreglar techos, coser ropa, limpiar, fabricar herramientas, moler el trigo, preparar la comida, cuidar a los niños, ancianos y enfermos etc.. Cada casa no sólo era la vivienda, sino también el taller, el granero, el templo, el almacén y la tienda. Es decir, cada familia era prácticamente una unidad económica independiente.
“Proto-civilizaciones” vs civilizaciones
A pesar de tener una población de varios miles, los historiadores no suelen clasificar asentamientos como Catalhoyuk como “ciudades” por la simpleza de su organización social y falta de división de trabajo, sino “proto-civilizaciones”. Aunque algunos habían sido habitados durante más de 2000 años, todos, al final, fueron abandonados y ninguno evolucionó para convertirse en una de las antiguas “civilizaciones”.
¿Qué causó la decadencia de las “proto-civilizaciones”? Nadie sabe la razón exacta, pero según parece, durante los siglos posteriores la gente volvía a vivir en aldeas de docenas o cientos de habitantes y tardaron 2000 años antes de aparecer de nuevo grandes asentamientos. Pero estas nuevas urbes que surgieron en la Edad de Bronce hace 5000 años ya tenían un carácter social muy distinto.
Tanto la capital Uruk de los sumerios como Tebas de Antiguo Egipto fueron gobernadas por reyes, con una aristocracia hereditaria y un ejército que las defendía contra invasores externos y rebeliones internas. La sociedad se dividía entre gremios con una alta especialización, con campesinos que sólo se dedicaban a cultivar, constructores que sólo se dedicaban a construir, comerciantes que sólo se dedicaban a comprar y vender, panaderos que sólo se dedicaban a hacer pan, médicos que se especializaban en tratar enfermos y funcionarios que se dedicaban a llevar cuentas de los gastos públicos, para decir unos pocos.
Gracias a la especialización de trabajo, estas primeras ciudades eran capaces producir alimentos, fabricar utensilios, intercambiar productos y aportar servicios básicos para los ciudadanos con una productividad más alta que nunca, construyendo grandes obras públicas como calles pavimentadas, carreteras, murallas, acueductos, plazas de mercado y templos con los impuestos que aportaban los ciudadanos. Y cuando varias ciudades se pactaron para formar alianzas políticas o tratados comerciales, se fundaron los primeros estados, reinos e imperios.
Pero por otro lado, la “especialización” también permitía la acumulación de riqueza en ciertas familias, que a medida de trascurrir las generaciones, generó una desigualdad socioeconómica brutal, con una pequeña élite viviendo en palacios y una clase desfavorecida viviendo en chabolas. Y lo peor de todo: cada clase social parecía heredarse en la sangre.
Así que, tenemos 2 dudas:
¿Por qué la gente abandonó a los asentamientos grandes pero igualitarios para volver a vivir en aldeas pequeñas?
¿Por qué siglos después, cuando volvían a formar asentamientos grandes, la sociedad había cambiado tanto?
El precio del igualitarismo neolítico
Tenemos que imaginar cómo era la vida para una persona normal en una “proto-civilización” como Catalhoyuk. Para tener una sociedad tan igualitaria, debía haber existido una presión social entre vecinos muy sofocante, en que nadie permitía que nadie destacase sobre los demás tanto en el material que poseía como en las actividades que realizaba. Esta presión social de que “todos tienen que ser iguales” probablemente se hubiese heredada de las sociedades cazadoras-recolectoras, porque en una pandilla pequeña de docenas de individuos era esencial para la cohesión y la supervivencia del grupo. Pero aplicada a una población de 10.000 habitantes, podría convertirse en un obstáculo del progreso.
Nadie sabe todavía si toda la comunidad cultivaba un terreno “comunal” y repartía la cosecha entre todos, o cada familia tenía su propio terreno, pero para prevenir que algunos se convirtieran en “ricos” por años consecutivos de buena cosecha, debía haber existido una presión social que les obligaba a repartir su surplus de producción, o en casos más radicales, ceder parte de su terreno a otros.
En el ámbito “profesional”, podía haber habido un hombre muy manitas que aparte de arreglar los muros y techo de su propia casa, también echaba una mano a sus vecinos, o una mujer “experta” en hacer las botas y calzados más cómodos y robustos que “regalaba” zapatos a sus vecinos a cambio de pequeños favores; pero el momento en que él quisiese convertir la albañilería en su negocio o ella quisiese lucrarse de vender sus calzados, el resto de la sociedad les rechazaría.
Algo similar podía haber sucedido cuando un miembro de la comunidad intentase asumir el papel de organizador o coordinador de un asunto tan simple como el tratamiento de basura o la limpieza de las zonas que no pertenecían a la vivienda privada de nadie. El momento en que una persona destacaba constantemente sobre los demás como representante, delegada, organizadora, supervisora o administradora, el resto de la gente le repudiaba.
Es probable que hace 7000 años hubiese una época de cambio climático que reducía seriamente la cosecha y facilitaba la propagación de epidemias letales, y para sobrevivir estos tiempos difíciles, hacía falta una organización social y laboral más especializada para garantizar la supervivencia de comunidades de más de 5000 personas.
Es probable que varios individuos hubieran intentado asumir papeles extraordinarios, pero siempre acabaron en fracaso por la presión social que consideraba cualquier diferenciación social como un tabú. Al final, llegó un día en que muchos habitantes tenían la opción de marcharse, o de quedarse y morirse de hambre o de conflictos de convivencia.
Orígenes de la especialización y la desigualdad
Algunos antropólogos, como Ian Kuijt y Annalee Newitz, consideran que las “proto-civilizaciones” como un experimento humano de vivir en grandes aglomeraciones bajo las mismas normas sociales que las sociedades cazadoras-recolectoras, que después de prosperarse durante un par de milenios, terminó en fracaso debido a los límites impuestos por la falta de especialización de trabajo. Cuando la gente volvía a vivir en aldeas pequeñas, las nuevas generaciones ya perdían poco a poco el tabú a la diferenciación social y la sociedad empezó a experimentar con una nueva forma de convivencia.
Es posible que desde hace más de 6000 años, en algunas aldeas en el Nilo y Mesopotamia la gente ya empezaba a especializarse en trabajos distintos, con algunos dedicándose a cultivar, otros a hacer cerámica, a criar gallinas, a tratar enfermedades, o a fabricar herramientas; es posible que algunas aldeas enteras se dedicaban a ciertas actividades comerciales y otras aldeas otras, y la sociedad empezaba a reconstruirse como una colaboración mutua entre todos los oficios, donde nadie era totalmente independiente de otros. Cuando las aldeas se juntaron de nuevo para formar grandes aglomeraciones, las sociedades que surgieron ya eran profundamente diversificadas donde cada uno tenía su papel específico. Y las primeras civilizaciones como los sumerios y los egipcios evolucionaron de ahí.
Pero la sociedad humana no suele conocer la moderación. Una vez la diferenciación social se había convertido en una norma aceptable, se multiplicó de modo exagerado. Cada persona que consigue ciertos privilegios intenta que sus hijos hereden los mismos privilegios. Las familias pudientes empiezan a marcar cada vez más diferencias de las humildes, hasta justificar su destacada posición socioeconómica como algo divino, o algo que lleva en la sangre.
Los roles de género
En todas las sociedades tradicionales, salvo unas pocas excepciones, los roles de género suelen ser muy marcados, con las tareas de hombre fuera de casa y las de la mujer dentro. Las ocupaciones y los espacios suelen ser clasificados como “masculino” o “femenino”.
Sin embargo, en las sociedades neolíticas como Catalhoyuk, esta diferenciación no parece haber existido, ya que analizando los huesos, personas de ambos sexos tenían exactamente los mismos desgastes en las mismas articulaciones y los músculos desarrollados en las mismas partes del cuerpo, indicando que habían realizado exactamente las mismas tareas. Entre las ilustraciones de figuras humanas dibujadas en los muros, personas de ambos sexos figuraban con la misma frecuencia.
El origen en la diferenciación en roles de género puede haber surgido a lo largo del neolítico por un hecho simple: con cada vez más epidemias contagiosas, la mortalidad infantil subía y cada mujer tenía que tener un número cada vez más grande de hijos para mantener la población estable. Hasta el siglo XIX, si las mujeres no tuvieran un medio de 5 hijos cada una, el pueblo corría el riesgo de verse diezmado. Por supuesto, las mujeres realizaban cada vez menos tareas “pesadas” fuera de casa para no perjudicar su potencia de tener hijos, y al pasar tantos años y meses entre embarazos y lactancias, disponían de cada vez menos tiempo de ejercer otros oficios. Poco a poco, los cambios de costumbres se convertían en normas y las normas en reglamentos.
¿El ser humano se volvió más tonto durante el neolítico?
A veces me quedo con la duda de si el coeficiente intelectual medio del ser humano se había reducido durante el neolítico, porque en el principio, en una sociedad sin división de trabajo, todas las personas tenían que aprender una serie de habilidades y conocimientos diferentes para ser autosuficientes en su subsistencia cotidiana.
Con la especialización de trabajos, los conocimientos que tenía que aprender cada persona se reducían porque bastaba con hacerse experto en un oficio ya podía sobrevivir de ella, así estimulando menos el cerebro.
¿Puede que la productividad de una sociedad en conjunto había aumentado a costa de la pérdida de inteligencia del individuo?
La respuesta es muy complicada, y más probable, en vez de “volverse tonto”, el ser humano simplemente se ha adaptado a utilizar su cerebro de otra forma, perdiendo agilidad en algunos campos pero ganando en otros.
Pero sí que me parece cierto es que durante la edad neolítica, concretamente desde hace 10.000 años hasta hace 5.000 años, la sociedad humana había dado un giro radical, de un igualitarismo radical conducido por la envidia popular hacia las personas destacadas a una desigualdad extrema conducida por la codicia de las personas más egoístas.
Y esta sociedad construida hace 5000 sigue vigente a día de hoy.