Archivo | noviembre, 2019

La idealización de la feminidad y el machismo

23 Nov

Siempre me he considerado un hombre en el espectro extremo de la heterosexualidad. No me refiero en el sentido de ser un macho alfa o tipo duro, sino en que siempre he adorado las mujeres, y no solo en el sentido sexual, sino también en el personal.

Lo que más adoro de la feminidad, a parte de la belleza y la voluptuosidad, es la sensibilidad, la ternura y la fuerza interior. Cuando ando por la calle y voy en el transporte público, me encanta observar a las mujeres, fijándome en su apariencia física, su forma de vestir y el lenguaje corporal. Y al ver una de aspecto agradecido y actitud simpática, se alegra mi día. Uno de mis mayores placeres es compartir momentos de intimidad con una fémina agradable, como un baile en pareja con buena compenetración, una conversación de confianza, un abrazo cálido, una mirada de complicidad y una sonrisa llena de afecto. Durante toda mi vida, las mujeres de mi alrededor me han cuidado y protegido, aunque en muchos casos, soy más mayor, más fuerte y más grande que ellas. Así no me sorprende que la gran mayoría de emprendedores sociales, voluntarios de ONG y activistas para crear lazos comunitarios son mujeres. Y en cualquier lugar donde veo mucha presencia femenina, me siento más seguro.

Por otro lado, como tengo una visión algo idealizada del sexo femenino, a la hora de crear personajes ficticios en mis novelas, me cuesta muchísimo inventar personajes femeninos malvados. Aunque he conocido a mujeres duras, valientes, fuertes y también a mujeres superficiales, egoístas, narcisistas e interesadas, cada vez que invento un villano femenino que ejerce el poder sin escrúpulos a través de amenazas, extorsiones, torturas y asesinatos a sangre fría, me resulta inverosímil, porque según mi percepción, esas cualidades no encajan en la feminidad. Me puedo imaginar una sicaria capaz de pegar un tiro a un desconocido por dinero, pero me cuesta imaginarla pegar un tiro a su mejor amigo por un «asunto de negocios», aunque me parecería totalmente normal si lo hiciera un hombre.

Tras reflexionarme, me he dado cuenta de esta idealización de la feminidad no deja de ser un prejuicio de género, porque a lo largo de la historia, mujeres crueles, maquiavélicas, frías, que tramaban y mataban a sangre fría sin ningún tipo de escrúpulos sí que habían existido, aunque con menor frecuencia que los hombres. Pero el hecho de que ha habido menos «mujeres malas» que «hombres malos» no significa que la maldad no existe en las mujeres, y al pensar así, estaría negando la humanidad al sexo femenino. Porque la agresividad, la codicia, la envidia, el egoísmo y las ansias del poder y dominación son impulsos que viven dentro de todos seres humanos, que son por naturaleza, imperfectos.

A día de hoy, algunas corrientes de feminismo que idealizan las cualidades femeninas y demonizan las masculinas también están en riesgo de caer en la misma trampa, que en el fondo, no es más que otra forma de machismo.