Para la mayoría de las personas que vivimos en el Primer Mundo, el hogar estándar está formado por una pareja y sus hijos: la familia nuclear. Solemos pensar que este modelo ha sido el más corriente durante toda la historia de la humanidad y es la base de la estabilidad social. Pero al hacer un poco de investigación histórica, me he dado cuenta de que la familia nuclear es en realidad un invento relativamente reciente, del siglo XX, y solo tiene 3 o 4 generaciones de historia. De hecho, a día de hoy, muchas familias ya no conformen con ese estereotipo.
Durante la mayor parte de la historia humana, la gente había vivido como cazadores-recolectores, que se agrupaba en clanes de entre 10 y 30 personas. Pasaban todas las horas juntos, caminando por la selva, el bosque o la tundra en busca de animales para cazar y vegetales para recoger. Por la noche se sentaban alrededor de un fuego para contar historias. Poco se conoce de las estructuras familiares, pero hay evidencias arqueológicas y genéticas de que algunos clanes estaban formados por gente que compartía lazos de sangre, otros por gente sin ningún parentesco. Así que probablemente, había varias maneras de formar familia, adaptándose a las circunstancias de cada lugar y época.
Hace 10.000 años, cuando nuestros ancestros se asentaron en aldeas para cultivar el campo, surgió la familia extendida, formada por un patriarca o matriarca y sus descendientes, con varias generaciones bajo el mismo techo. La familia no era solo un hogar, sino también una corporativa, ya que todos los miembros solían trabajar en la misma granja o negocio familiar. El cuidado de infantes, ancianos y enfermos era una tarea compartida entre todos los adultos. Los niños solían tener varios adultos como referentes. Y si alguno de sus padres había fallecido o estaba ausente, había abuelos, tíos, o primeros y hermanos mayores para tomar el relevo.
Aquel modelo era ideal para la supervivencia en una sociedad con una alta tasa de mortalidad, donde los recursos eran escasos y la subsistencia requería mucha mano de obra. Prácticamente, uno nunca se independizaba de sus progenitores, y tampoco se libraba de las obligaciones paternales aunque todos sus hijos habían crecido.
La «familia nuclear» surgió tras la industrialización, cuando millones de campesinos emigraron a la ciudad, donde en cada vivienda solo había espacio para alojar a una pareja con sus hijos. Sin embargo, durante el siglo XIX y la primera mitad de siglo XX, la familia extendida de la sociedad campesina se transformó en el entorno urbano en redes de apoyo entre personas que compartían lazos familiares, procedencia provinciana, o miembros de la misma iglesia, sindicato, o asociación profesional. Padres, hijos, hermanos y amigos solían vivir cerca, y muchos niños pasaban tanto tiempo en la casa de abuelos, tíos y vecinos de confianza como en la de sus propios padres. Igual que en el mundo rural, las personas criadas en tales entornos solían mantener un fuerte lazo emocional con su barrio de infancia, cuyas calles eran como el patio de su casa.
El gran cambio surgió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la bonanza económica en EEUU y Europa permitía cada familia nuclear subsistir de forma totalmente independiente, sin contar con el apoyo de familiares y amigos. Con el mercado laboral volviendo cada vez más dinámica, la gente cambiaba de trabajo y residencia con mayor frecuencia, premiando el bienestar financiero encima del arraigo al barrio o la comunidad. Los hijos, una vez llegados a la edad adulta, se convirtieron en seres totalmente independientes sin ninguna obligación hacia la familia. Para forjar su propia identidad personal o avanzar su carrera profesional, muchos se mudaron lejos de los padres, y lejos de los hermanos.
Ese modelo funcionó con tanto éxito que se extendió tarde o temprano a todos los países de economía desarrollada. Comparado con la familia extendida de la sociedad campesina, permite mucho más libertad individual. Uno ya no tiene que aguantar a primos, cuñados o suegros pesados y tampoco tiene que someter a las ordenes de patriarcas y matriarcas autoritarios. Y si los hijos no se llevan bien con los padres, siempre tienen la libertad de marcharse una vez cumplida la edad adulta.
La edad dorada de la familia nuclear sucedió en las 3 décadas después de la Segunda Guerra Mundial, acompañada por un boom de natalidad en EEUU, Europa y Japón. Sin embargo, se fundaba sobre 3 factores socioeconómicos muy particulares de la época:
- el divorcio era un tabú
- la tasa de crecimiento económico era tan alta que con un sueldo podía mantener a una familia de 4 o 5
- había roles de género muy rígidos: el hombre ganaba el pan y la mujer cuidaba la casa
A partir de los años 70, cuando muchas mujeres se incorporaron en el mercado laboral y el divorcio se volvió mucho más común, la familia nuclear empezó a manifestar sus primeras grietas.
Primero, con ambos progenitores trabajando la jornada completa, el tiempo dedicado para cuidar y educar a los hijos se queda más restringido. Pero distinto a la familia extendida o las redes comunitarias donde había otros familiares, amigos o vecinos para echar una mano, los padres tienen que cargarse con toda la responsabilidad (no es lo mismo tener 2 adultos cuidando a 2 niños que 6 adultos cuidando a 6 niños). Las familias más adineradas pueden permitir contratar a chachas o tutores privados para llevar o recoger los niños al colegio y ayudarles con los deberes, pero los padres humildes tienen que hacer mil malabares para compaginar los horarios de trabajo con la vida familiar.
Segundo, en la familia extendida de la sociedad rural, los lazos afectivos se diluían entre muchos miembros de la familia, pero en una familia nuclear el único lazo afectivo se construye entre padres e hijos, o como mucho entre hermanos. En un entorno familiar estable se puede cultivar relaciones muy sanas e hijos con mucho sentido de seguridad. Pero cuando los padres llevan una relación conflictiva, sufren alcoholismo o drogadicción, tienen comportamientos abusivos, o cuando el padre está ausente y la madre no tiene parejas estables, los únicos lazos afectivos que establecen los niños en el entorno más íntimo son conflictivos, generando traumas e inseguridades psicológicas que les acompañan durante toda la vida.
Como consecuencia, la familiar nuclear ha dado muchas facilidades a las clases acomodadas, pero ha frenado la movilidad social de las clases más humildes. Según un estudio realizado en 2005 en EEUU, 85% de niños de familias de clase media-alta estaban viviendo con ambos progenitores biológicos, pero solo lo hacían 30% de niños de clase obrera. La inestabilidad familiar se ha convertido en uno de los principales factores de desigualdad, que desde los años 70 ha aumentado un 25% en EEUU.
Como asegurar el bienestar de los hijos se ha convertido en un asunto tan delicado, muchos jóvenes solo plantean a ser padres cuando tienen un empleo estable y se encuentran en una relación satisfactoria. No es de sorprender que la natalidad ha descendido en casi todos los países desarrollados y la edad de las madres primerizas no para de subir. Aunque en algunos países, como Japón y Singapur, el gobierno ha tomado varias iniciativas para aumentar la natalidad, no ha tenido gran efecto, por lo tanto que las dificultades fundamentales en compaginar la vida familiar y laboral siguen sin resolver.
A día de hoy, cada vez hay menos niños que pasan toda la infancia viviendo con su padre y madre biológico. Se han normalizado otros tipos de familias, como la de madres solteras, parejas gays con hijos adoptados etc.. ¿La época de la familia nuclear ya está en etapa de declive? ¿Y qué modelo vendrá para sustituirlo?
En los países nórdicos, el estado ha intervenido para echar una mano a las padres que no dan abasto, concediéndoles generosas ayudas familiares y servicios de cuidado gratuitos. En Japón, el plan es usar robots para hacerse de cuidadores de niños y mayores cuando los adultos tienen otras obligaciones. En Europa y Norteamérica, algunas personas están experimentando con otras maneras de formar familias extendidas, no con sus parientes biológicos, sino con personas que comparten la misma visión y los mismos valores, para formar redes de apoyo que se cuidan entre sí. ¿Qué modelo saldrá delante? Solo el tiempo dirá, porque la evolución de la sociedad humana es una historia de constante adaptación.