Tanto en la literatura, las películas como en la vida real, hay ciertos prototipos de personajes femeninos que me llaman la atención. Cuando digo esa expresión, me refiero en el sentido de admirar o sentir una fascinación especial. Con eso no quiero decir que sea el tipo de mujer de que me enamoraría, tampoco sea el prototipo con lo que me gustaría acostar. Para evitar polémicas, también quiero dejar claro que no pretendo decir que todas las mujeres «deban» ser así. Son simplemente los prototipos que más admiro.
La mujer aventurera
En general, admiro mucho a la gente valiente que se lanza de cabeza a la piscina asumiendo todos los riesgos. Pero si se trata de una mujer, la admiro aun más porque tradicionalmente las mujeres han sido educadas de ser sumisas, pasivas y dependientes. Y en el mundo actual, muchos lugares siguen siendo mucho más peligrosos para una mujer que para un hombre.
Entre toda la gente que he conocido, quizás tanto las personas más valientes como las personas más miedosas han sido mujeres. Cada vez que escucho anécdotas de una mujer que viaja sola a países de tradiciones muy machistas o a lugares de conflicto, que practica deportes de riesgo, que lucha en batallas o que participa en expediciones para explorar lugares extremos, siempre pienso: ¡vaya cojones tiene! Por un lado tiene que superar muchas presiones sociales en contra, por otro lado requiere tener un alto grado de valentía y seguridad en si misma.
La mujer protectora
Otro prototipo de mujer que me causa fascinación son las que tienen una fuerte naturaleza protectora, sea hacia animales, niños, ancianos, enfermos o sus propios familiares y amigos. Quizás se debe a que suelo asociar el papel de protector como algo muy propio de la hembra, como se muestra en el mundo de los animales. En mi vida personal, tanto durante la niñez como en la vida adulta, he conocido a chicas me han querido proteger de matones del colegio, malas compañías o compañeros trepas.
En casos más extremos, he oído anécdotas reales de mujeres que se intervienen en una pelea para proteger al más débil, enfermeras y cooperantes en zonas de guerra que se niegan a abandonar a los heridos y huérfanos, o conservacionistas que se enfrentan a cazadores ilegales para proteger a los animales en extinción. Considerando que en general las mujeres son más vulnerables a la hora de sufrir agresiones físicas y sexuales, arriesgar su propia seguridad para proteger a otros es un comportamiento que me deja doblemente asombrado.
La mujer rodeada de hombres
Siempre me han llamado la atención las mujeres que viven, trabajan y socializan entre un grupo de hombres. Desde la adolescencia, siempre me he fijado en las chicas que se integran en un grupo de chicos, no como la novia de uno de ellos, sino como una integrante más. Del mismo modo, también suelo fijarme mucho en las mujeres que trabajan en una profesión, practican un deporte o afición dominada por hombres, como ser batería en un grupo de rock.
Uno de los ejemplos más peculiares de este prototipo es quizás mi propia abuela. Como una mujer china de principios y mediados de siglo XX, era una de las pocas que tenían estudios secundarios, y por eso, compartía mucho más intereses, gustos y aficiones con hombres que con otras mujeres. Según lo que cuenta mi padre, durante su niñez, su casa estaba siempre llena de visitantes masculinas, de amigos de mi abuela que pasaban un domingo por la tarde jugando cartas, bebiendo alcohol y arreglando el mundo. Mi abuelo, para ser un hombre de la época, también tenía una mentalidad excepcionalmente abierta.
La artista transgresora
También admiro a las artistas, escritoras y músicos cuya creatividad sale de la casilla tradicional de los tópicos femeninos. Entre ellas incluyen a artistas callejeras, tatuadoras, directoras de cine independiente, ilustradoras, dibujantes de comics y escritoras de novelas transgresoras.
En caso de artistas callejeras, me llaman especialmente la atención las grafiteras de los países musulmanes, que han tenido que trabajar especialmente duro para salir de los confines de género de una sociedad especialmente misógino, hasta arriesgar agresiones físicas tanto de la policía como de los hombres machistas.
Pero las que más me impresionan son las que no reivindican el papel de género, sino prefieren ser reconocidas solamente por su arte, no por el hecho de ser mujer.
La mujer intelectual
Hasta hace pocas generaciones, la mayoría de las mujeres no tenían estudios pero a día de hoy, las mujeres no sólo constituyen más de la mitad de los universitarios, sino también un porcentaje cada vez mayor de intelectuales.
Cuando digo «intelectuales», me refiero a pensadoras, filosofas o expertas de un tema científico o histórico. En esta categoría también incluiría a periodistas, investigadoras o cooperantes que poseen un conocimiento especial de una región, un país, un pueblo o la historia de un conflicto en particular. Admiro sobre todo a las intelectuales que se comprometen por alguna causa universal, como los derechos humanos, la economía sostenible, la esclavitud moderna, la explotación infantil o el cambio climático, pero sin llegar a ser activista de ninguna causa política.
Yo, como aficionado de la civilización romana, los dos historiadores cuyas publicaciones que sigo con más interés son mujeres: la catedrática británica Mary Beard y la profesora holandesa Ratna Drost.