Cuando preguntas a la gente de la calle qué significa la palabra “ario”, la mayoría diría: “la gente alta y rubia del norte de Europa”.
Sin embargo, cuando miras en la enciclopedia, descubrirás que en su definición histórica, los indo-arios se refieren a unos pueblos prehistóricos que dominaban Asia Central y Europa del Éste hace entre 4000 y 2000 años, y hablaban lenguas indoeuropeas.
Los antiguos persas, partos, escitas, sármatas, tocarios eran considerados los descendientes más directos de los antiguos arios. De hecho, el nombre Irán literalmente significa: la tierra de los arios. ¿Qué aspecto tenían estos antiguos habitantes de la estepa? Nadie lo sabe por seguro, pero considerando que procedían de Asia Central, probablemente no eran tan rubios.
Entonces, ¿Cómo que a día de hoy, el significado popular de esa palabra se ha retorcido tanto: de Asia Central a Europa del norte, de nómadas de la estepa a imperios industriales, de morenos y castaños a rubios y altos?
Porque el régimen Nazi hizo una potente propaganda política, identificando los «arios» como el pueblo ancestral de los europeos de raza más pura, alegando que los antiguos arios eran altos y rubios, y sus descendientes más legítimos eran los alemanes y los nórdicos. Básicamente, se apropiaron de una palabra y la dieron un nuevo significado, pero lo hicieron con tanto éxito que más de medio siglo después, la interpretación popular de esta palabra sigue siendo la versión retorcida de la propagando hitleriana, y no el significado original.
Aparte de la palabra “ario”, los nazis también se apropiaron con otras simbologías, entre ellas la esvástica. Hitler no inventó este símbolo, sino que vino de varios milenios atrás.
Probablemente, tanto la palabra como el símbolo de la esvástica originaron en la India. En sanscrito significa “buena suerte” o “bienestar del alma”. Su representación más antigua apareció hace más de 4000 años en las civilizaciones del valle de Indus, y posteriormente fue utilizado como una señal religiosa por todos los cultos de la India: hinduismo, budismo y Jainismo, para invocar a la diosa Lakshmi, que supuestamente traía salud, prosperidad y felicidad.
En China, la esvástica era una abreviatura para anotar el número 10.000. En Europa, las civilizaciones greco-romanas, celtas, eslavas y germánicas también la utilizaron como un símbolo decorativo por su geometría simétrica.
Cuando el régimen nazi se apropió de la esvástica, la dio una rotación de 45 grados para diferenciarla de las representaciones tradicionales. Sin embargo, como la colgaron en tantos sitios para representar el poderío de su imperio, a día de hoy, la representación de cualquier forma de la esvástica sigue siendo asociada a la extrema derecha, y en muchos países no sólo es un tabú social, sino también un delito criminal.
Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial, muchos soldados americanos recogieron chapas con esvásticas de soldados alemanes muertos. Al regresar a EEUU, algunos de ellos formaron las primeras bandas de moteros y llevaron la esvástica sobre un casco militar alemán como un símbolo de orgullo del soldado-veterano. Algunos miembros del Ku Klux Klan, por creer que habían encontrado nuevos aliados, intentaron formar alianzas con esos moteros, sólo para llevarse un gran chasco al descubrir que no compartían nada su ideología de supremacía racial.
Durante los últimos 20 años, muchos grupos neonazis utilizan la cruz celta como su representación. Otra vez, se han apropiado de un símbolo tradicional cuyos orígenes no tienen nada que ver con la ideología política. Recuerdo que hace 15 años, conocí a un chico irlandés que tenía una cruz celta tatuada en su brazo por el mero gusto estético. A día de hoy, quizás tiene que cubrirlo con manga larga para que no lo confundan con un neonazi.
El símbolo que más ha sido apropiado y manipulado por grupos extremistas es sin duda la bandera nacional. Oficialmente, la bandera de un país debe representar el estado o el territorio, independientemente de la ideología política, religión, ascendencia o sexualidad de sus habitantes. Sin embargo, en las protestas en Francia en 2012 contra el matrimonio gay, los manifestantes inundaron la calle con banderas de rojo-azul-blanco.
¿Qué tiene que ver la bandera nacional con el matrimonio homosexual? ¿Es ser gay incompatible con ser francés? ¿Un gay no será capaz de sentir amor por la patria?
En España, la politización de la bandera nacional es aún más extrema. Salvo en el futbol, el color amarillo-rojo-amarillo está más asociado a la ideología política conservadora que al estado español, y cualquiera que lo cuelga en su balcón corre el riesgo de ser tomado por un “facha” o un militante de PP.
Durante toda la historia, muchos movimientos políticos han intentado apropiarse de símbolos históricos o espirituales para darle su propia interpretación, y según parece, si tuvieran éxito, la imagen de ese símbolo o el significado de esa palabra podrían quedarse manchados para siempre, y tardará siglos para recuperar su significado original, si alguna vez lo conseguirá.