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La «jineología»: el feminismo oriental y las monjas guerreras

17 Ene

Estoy leyendo el libro «Freedom Fighter» de Joanna Palani. Es la autobiografía de una chica danesa de origen kurdo-iraní que viajó al norte de Siria entre 2012 y 2015 en plena guerra civil para unirse con las milicias kurdas de Rojava en la lucha contra el Estado Islámico. El libro trata de varios asuntos, como el contraste cultural entre la sociedad occidental y el Oriente Medio, la historia del pueblo kurdo, la compleja situación geopolítica de la guerra civil en Siria, y la vida cotidiana de los combatientes en primera línea. Lo recomiendo para cualquiera interesado en la actualidad del Oriente Medio y sobre todo, la situación de las mujeres.

En otro post ya he hablado del estado de facto de Rojava. En resumen, es un territorio en el norte de Siria controlado por milicias de autodefensa kurda a raíz de la Primavera Árabe, que pretenden crear una sociedad democrática, laica, igualitaria y multiétnica en pleno Oriente Medio. Uno de los principales objetivos del estado es luchar contra la desigualdad de sexos y empoderar a las mujeres. Jugando un papel clave en el movimiento feminista están las «unidades de defensa femenina», o YPJ. Son batallones de mujeres jóvenes que no solo reciben instrucción militar y acuden al campo de batalla para combatir en primera línea, sino también practican una clase de feminismo adaptado a la sociedad de Oriente Medio conocido como la jineología.

Según Palani, la jineología defiende que a pesar de los distintos roles biológicas entre los sexos, hombres y mujeres deben disfrutar de los mismos derechos, oportunidades y libertades. Y los asuntos que conciernen el cuerpo de la mujer, como los derechos reproductivos, la salud sexual y la libertad conyugal deben ser decididos solamente por mujeres. Por eso en Rojava todos los cargos políticos y administrativos están duplicados. Para cada alcalde hay una alcaldesa, para cada director hay una directora, para cada juez hay una jueza. Las milicias de YPJ se dedican a dar clases para alfabetizar a las mujeres, ayudarles conocer mejor a su propio cuerpo, enseñarles oficios y medidas para subsistir por su propia cuenta, y defenderse contra agresiones y acosos sexuales.

Pero la mayor distinción entre la jineología y el feminismo occidental está en la expresión de la sexualidad y la relación entre sexos opuestos. Básicamente, la liberación sexual o los derechos de LGTBI no figuran en su agenda. Las chicas alistadas en el YPJ tienen prohibidas mantener relaciones sexuales o sentimentales durante los años de servicio. Como parte de su uniforme también están las normas de no maquillarse, no depilarse, no enseñar demasiado carne y no llevar ropa ajustada. Cuando entrenan, trabajan o combaten en unidades mixtas, la interacción con los compañeros masculinos tiene que estar reducido a lo estrictamente funcional. Cualquier flirteo, o incluso un abrazo, una conversación más íntima o un contacto visual más prologado, se considera una infracción que puede ser sancionado por la administración. Fundamentalmente, son como monjas guerreras.

Desde el punto de vista occidental, tales normas pueden parecer extremadamente puritanas, pero tomando en cuenta la perspectiva cultural del Oriente Medio, tiene cierto sentido. Una de las mayores diferencias entre el Occidente y el Oriente Medio está en la segregación sexual. La sociedad europea, a pesar de ser tradicionalmente muy machista donde hombres y mujeres empeñaban roles distintos, en la vida cotidiana, los dos sexos se socializaban juntos y se mezclaban en las tabernas, los mercados, y las calles. Tanto entre la plebe como la aristocracia, se organizaban bailes y banquetes donde hombres y mujeres se divertían, flirteaban y buscaban parejas.

En la sociedad árabe, kurda y turca, sin embargo, aunque existe un sector de la burguesía urbana que practica costumbres tan libertarias como en Occidente, entre la mayoría de las clases populares, hombres y mujeres prácticamente viven en mundos distintos donde el contacto cotidiano es mínimo. En general, todos los espacios públicos están reservados para el sexo masculino. El único lugar de las mujeres está dentro de casa, y cuando salen, se tapan el pelo y cubren las piernas y brazos. La virginidad femenina en la noche de la boda es una cuestión de dignidad familiar, y una vez casada, una mujer ya no puede hablar con ningún hombre que no es su marido. Muchas actividades tan ordinarias para la mujer occidental, como bailar, practicar deporte, montar en bicicleta o tener amigos varones, son considerados tabúes para una mujer del Oriente Medio. Y en algunas regiones de Egipto y Kurdistán aún se practican la mutilación genital femenina para anular el deseo sexual de la mujer. La mayoría de chicos nunca han tenido ningún contacto con chicas que no sean de su familia, y cuando ven a una chica que no va tapada o que se socializa con chicos, interpretarían que esté sexualmente disponible, y una barra libre para el acoso.

La principal agenda de la jineología es construir una sociedad donde la mujer es respetada, y donde hombres y mujeres pueden convivir como compañeros de trabajo, de estudios, de combate, sin que la mujer sea vista como un objeto sexual. Dado el contexto social del Oriente Medio, la única manera de ponerlo en práctica es crear una sociedad femenina totalmente autónoma donde las mujeres estén capacitadas de sobrevivir sin depender de sus padres, hermanos o maridos, para que luego puedan relacionarse con hombres bajo igualdad de condiciones. Algunas feministas kurdas creen que la revolución sexual pueda venir una vez que hayan conseguido más igualdad de trato, pero la mayoría opinan que el libertinaje sexual del Occidente es otra manera más de esclavizar a la mujer, que le ha convertido en un objeto sexual, compitiendo entre sí para ver quién puede ganar más admiradores masculinos. Todas las actividades para reivindicar la sexualidad femenina en occidente, como el burlesque, twerking y shibari, escandalizarían a las activistas de la jineología.

Joanna Palani, como mujer occidental, tiene muchos puntos que no concuerda con la jinealogía de YPJ, pero reconoce que comparado con la situación de la mujer en el resto de entornos del Oriente Medio, es sin duda la más empoderada. Las chicas de YPJ no tienen que llevar el velo, practicar la religión, ni depender de un guardián masculino. Tienen el mismo acceso a la educación que los varones. Si sufren abusos, tienen donde denunciar. Y en el campo de batalla, pueden llegar a ocupar puestos de mando que dan órdenes a miles de hombres. Durante una batalla crucial contra el Estado Islámico, Palani tuvo un pensamiento irónico sobre la oficial al mando, una joven de apenas 25 años: esta chica ya había matado a docenas de yihadistas, y también había visto morir docenas de hombres en combate bajo su mando, pero nunca había tenido novio.

En total, cada movimiento reivindicativo tiene que adaptarse a la sociedad donde pretende llevarse a cabo. En caso del feminismo, la versión occidental centrada en libertad sexual, si se instalase directamente en el Oriente Medio, tendría dificultad ganar adeptos, porque iría demasiado en contra de los valores y costumbres contemporáneas. En una sociedad sexualmente segregada, el feminismo también tendría que luchar para la igualdad en un entorno segregado antes de poder hablar de la liberación sexual. Sin embargo, esta filosofía no es aplicable para la sociedad occidental, porque supondría un paso atrás.