Archivo | agosto, 2019

La teoría queer vs el feminismo

21 Ago

Durante los últimos años, la prensa en los países anglosajones han dado una cierta cobertura a un creciente choque entre los activistas transgénero con algunas corrientes del feminismo de género. Al principio, lo descalificaba como otro de los muchos conflictos que han surgido en las redes sociales por asuntos nimios, hasta que me topé con un par de artículos escritos por los periodistas españoles Ilya Topper y Alicia Díaz, que han explicado con claridad la verdadera causa: no es el rechazo de feministas hacia mujeres trans, sino hacia la teoría «queer».

¿Qué es la teoría «queer»?

Es una teoría propuesta por la filósofa feminista estadounidense Judith Butler en los años 90, que pretende que el sexo de los humanos, ser hombre o mujer, sea un estado mental en vez de una realidad biológica; que uno se haga hombre no por tener pene y cromosoma XY, sino por sentirse hombre; una no se haga mujer por tener vagina y cromosoma XX, sino por sentirse mujer. Y entre hombre y mujer hay varias categorías intermedias, como mitad hombre mitad mujer, o 1/4 hombre 3/4 mujer. Cada género no se define por el estado biológico o hormonal, sino solamente por cómo se siente cada uno, que puede variar de día a día. Por supuesto, tampoco existe la homosexualidad o heterosexualidad, porque el sexo biológico, según esta teoría, no es nada más que una construcción social que carece de sentido real.

El activismo «queer» han cobrado fuerza durante los últimos años a raíz de la lucha LGTBI, especialmente acerca de los derechos de transexuales. Inicialmente se aliaron con el movimiento feminista, pero cada vez surgen más trifulcas. En el Reino Unido y EEUU ya forman grupos de presión política importantes ligados a partidos de izquierda. Proponen modificar las leyes para que cada uno pueda inscribirse en el sexo que quiera, sin aportar ninguna prueba o evaluación. Es decir, un hombre calvo y barbudo puede inscribirse como mujer si se siente femenino. Y si mañana volviese a sentirse hombre, podría volver a inscribirse como hombre. Para defender los derechos de los transexuales, proponen prohibir mencionar que exista cualquier diferencia biológica entre mujeres trans con las que nacen mujeres, hombres trans con los que nacen varones. Y cualquiera que lo hace pueda ser imputado por delitos de odio.

¿Por qué choca con algunas feministas?

Porque el feminismo combate la discriminación sexual, que desde la brecha salarial hasta la mutilación genital y el aborto selectivo, se ejerce contra las personas que nacen con cuerpo de mujer, no las que se sienten como mujeres. Si cualquier hombre pudiera declarase mujer basta con decir que se siente femenino, la lucha contra el sexismo ya se desvirtuaría del camino, y las políticas de género ya dejarían de tener ningún sentido.

¿Cuál es mi opinión acerca de este asunto? Tengo mis repuestas desde 2 perspectivas: la científica y la socio-política.

Desde la perspectiva científica

Estoy totalmente en desacuerdo con la teoría queer, porque las diferencias biológicas entre hombre y mujer, macho y hembra, son reales. Negarlo es como negar que la tierra es redonda. Y gusta o no, esas diferencias importan. Basta con que una mujer empieza a tener la regla a partir de la pubertad, sufre cambios hormonales durante el mes, puede quedarse embarazada al practicar el sexo, tiene útero para dar a luz y senos para amamantar, y la menopausia que le viene a partir de los 50, ya le hace vivir una relación con su cuerpo muy diferente a la de un hombre. Y no hay que olvidarse que como seres sexuales, el impulso de coqueteo está escrito en nuestro ADN. Los hombres heterosexuales y las mujeres lesbianas se sienten atraídos a personas con cuerpo de mujer, no a las que se sienten como mujeres. Por más que un hombre se siente femenino, su cuerpo nunca fabricaría óvulos, y tampoco se ligaría a una lesbiana.

La disforia de género es una realidad. Hay personas que nacen en el cuerpo de hombre pero se siente mujer, y viceversa, y sus vidas no deben ser nada fáciles. Estoy totalmente de acuerdo que tengan el derecho de vestirse como miembro del sexo opuesto, pedir que les traten como un miembro del sexo opuesto, operarse para convertirse al sexo opuesto y conseguir todos los derechos del sexo opuesto, pero lo que no se puede hacer es negar que para la inmensa mayoría de la humanidad, ser hombre o mujer sí que es una definición biológica.

Desde la perspectiva política

Al principio pensaba que las feministas exageraban, porque al fin y al cabo, las personas con disforia de género son una minoría demasiado pequeña. Sea 0,2% o 2% de la población total, no serían capaces de descarrilar la lucha contra la discriminación sexual y tampoco invalidarían las políticas de género. Por tras leer varias opiniones, me di cuenta de que lo que temen las feministas no son las mujeres trans, sino hombres que abusan de las leyes por sus propios intereses. Por ejemplo, en el caso de un marido que agrede a su mujer, basta con ir al registro y declararse mujer, el delito ya no se juzgará como violencia de género, y cualquier hombre, una vez declarado mujer, ya podría entrar gratuitamente en vestuarios femeninos.

Ojalá que esas situaciones hipotéticas nunca sucedan y todo no sea nada más que una paranoia, pero en mi opinión, para facilitar el cambio de sexo en el registro oficial, o para introducir nuevas categorías a parte de hombre/mujer, se necesita un consenso científico, sino biológico, al menos psicológico, sobre los parámetros que clasifican cada categoría, porque al fin y al cabo, un organismo público debería recoger datos de hechos cuantificables, no de sentimientos subjetivos. Y la disforia de género es un asunto personal demasiado serio para tratarlo con tanta banalidad.

Ser pobre vs ser esclavo

20 Ago

A día de hoy, en la sociedad occidental, como todo el mundo tiene los mismos derechos, los únicos factores que define la jerarquía de cada individuo en la sociedad son el dinero y los estudios. Quizás el primero es más determinante que el segundo. Pero hace no muchos siglos, antes de haber consolidado las instituciones democráticas, en la mayoría de las sociedades había jerarquías determinadas por la sangre o el nacimiento, como por ejemplo, entre la nobleza y la plebe, y entre hombres libres y esclavos. Un tema que siempre me ha dado curiosidad es entre los estratos más bajos de la sociedad, ¿cómo se comparaba la vida de un hombre libre con poco dinero con la de un esclavo?

Hace poco, leí un libro llamado «The Invisible Romans» del historiador Robert Knapp, dedicado a investigar la vida de las clases populares en el imperio romano. En este post quiero hablar de una comparación entre ser pobre y ser esclavo en la Antigua Roma, de modo muy resumido. Primero, conviene aclarar que la esclavitud ha variado enormemente de una civilización a otra, una época a otra. Aquí solo hablo de la esclavitud en el mundo greco-romano, que sería muy distinta al tipo de esclavitud que se practicaba en las civilizaciones islámicas, o en América en los siglos recientes.

Los proletarios

En el censo romano, el proletariado (capite censi) se refería a los ciudadanos romanos y personas libres que no tenían ninguna propiedad o ingreso estable, que durante el alto imperio, constituía entre 50 y 60% de la población total. En las ciudades, vivían hacinados en los bloques de infraviviendas conocidos como insulae, y se buscaban la vida haciendo recados para algún rico a cambio de dinero y comida. En el campo, solían subsistir como campesinos arrendatarios de algún terrateniente, o jornaleros errantes en busca de trabajo donde había. La mayoría no tenía ningún tipo de formación, oficio o habilidad.

Su estatus como personas libres les concedía el derecho de montar negocios, comprar propiedad, hacer un testamento, casarse y divorciarse, y la libertad de vivir, viajar, trabajar donde querían y asociarse con quién querían. Si sufrieran un crimen o injusticia, podían denunciarlo a las autoridades. Los que padecían la ciudadanía romana también podían votar y presentarse como candidatos políticos. Pero dado que su principal preocupación era no morirse de hambre, aquellos privilegios les hubieran importado poco.

Los esclavos

Los esclavos en el mundo greco-romano no tenían estatus como personas, sino parte de la propiedad de su amo. La mayoría venían de prisioneros de guerra, de criminales condenados o hijos indeseados de gente pobre que les había vendido a la esclavitud. Los hijos de esclavos también eran esclavos. En el alto imperio, quizás formaban entre 15-20% de la población total.

Un esclavo podía realizar diversas clases de tareas, desde picar en una mina hasta gestionar las cuentas de un negocio multimillonario. Dependiendo de su grado de formación y la generosidad de su amo, podía llevar una vida relativamente acomodada o extremadamente precaria. Más probable, el encargado de una hacienda, la concubina preferida de un rico comerciante, o el tutor de los hijos de un ecuestre hubieran llevado una vida bastante más lujosa que la mayoría de ciudadanos romanos, pero no dejaban de ser prisioneros de sus amos, que vivían bajo el constante miedo de ser azoteados, violados, vendidos o asesinados por esos últimos con total impunidad.

Proletario vs Esclavo

A pesar de que los dos ocupaban los estratos más bajos de la sociedad, su psique, sus preocupaciones y su visión hacia la vida eran bien distintas. Para los proletarios, era una lucha constante de supervivencia. Para los esclavos, era la constante disposición al capricho (y abusos) de sus amos.

Los esclavos tenían la fama de ser extremadamente promiscuos sin ningún tabú sexual. No es de sorprender, considerando que como no tenían ningún derecho de rechazar los avances sexuales de sus amos, desde muy jóvenes, habían interiorizado como modo de supervivencia el intercambio de favores sexuales con tratos favorables. Aunque no podían casarse legalmente, la mayoría formaron lazos de unión con otros esclavos, criando familias en cautividad. Su mayor miedo era ser vendido, porque no solo significaba la pérdida del entorno familiar, sino también la separación indefinida con sus seres más queridos.

Los proletarios, sin embargo, trataban de mantener buenas relaciones con sus familiares, amigos y conocidos, de cuya ayuda dependía su supervivencia. Su mayor miedo era adquirir la reputación de vago, mentiroso y traidor, porque al perder el apoyo de la comunidad, podía suponer una sentencia de muerte. Por eso, los proletarios solían seguir un código moral más conservador.

Ninguna fuente histórica había hablado de la relación entre proletarios y esclavos. Por la calle, habría sido difícil distinguir los dos, porque ambos procedían de grupos étnicos igual de diversos, y no había ningún código de vestimenta que diferenciaba unos de otros. Probablemente, habían frecuentado las mismas tavernas y celebrado las mismas fiestas durante su tiempo de ocio. ¿Compartían un sentido de solidaridad entre sí, o se miraban con recelo mutuo? ¿Tenían los proletarios un sentido de superioridad por su estatus de hombres libres? ¿Miraron con desprecio los esclavos refinados a los proletarios por su pobreza e incultura?

En muchos talleres y granjas, esclavos y proletarios trabajaron codo a codo: los primeros como propiedad del negocio como los burros y caballos, los segundos como trabajadores contratados con sueldos de miseria. En algunas ocasiones, esclavos daban órdenes a proletarios, como en las muelles o en una obra de construcción, donde el capataz solía ser un esclavo de confianza, mientras muchos estibadores y albañiles eran temporeros contratados. En aquellas situaciones, ¿los esclavos abusaron el poco poder que tenían sobre los hombres libres?

Si tuvieras la opción, ¿elegirías a ser un esclavo o un proletario?