Archivo | enero, 2016

Las tácticas de guerras premodernas, y el legado de la pólvora.

27 Ene

Durante muchas guerras del siglo XX, las vidas humanas se desgataban como el papel higiénico. Los mandos militares mandaron a soldados fila tras fila para atacar a las trincheras enemigas, lanzándose al fuego de las metralletas y cayendo como moscas en misiones suicidas. Algunos ejércitos, como los soviéticos durante la batalla de Estalingrado o los comunistas durante la guerra civil china de 1949, emplearon a posta la táctica de desgaste: enviar el mayor número de soldados posibles para agotar la munición de los enemigos. La mayoría acabaron como sacrificios en el campo de batalla, coloquialmente referidos como “carne de cañón”.

Muertos alemanes en Estalingrado

Muertos alemanes en Estalingrado

Aquellos conflictos han proyectado una imagen tan horrorosa en la conciencia colectiva que mucha gente llega a pensar que las tácticas de guerra siempre han sido tan despiadada desde la historia más antigua, y que en cualquier conflicto armado, los primeros soldados que se lanzaban al enemigo eran siempre los menos preparados, más prescindibles, peor valorados, cuyo único propósito era servir como sacrificio.

En realidad, esta táctica de “desgaste” y la filosofía de “carne de cañón” era un invento relativamente reciente, en la época industrial cuando las armas de fuego ya habían sustituido 100% a las armas blancas. Antes, cuando luchaban con lanzas y espadas, arco y flecha, o arcabuces y cañones de corto alcance y baja precisión, la filosofía era bien distinta. Los soldados que luchaban en primera línea, en vez de ser los peor preparados y más prescindibles, solían ser la élite del cuerpo u oficiales jóvenes con ganas de demostrarse en el campo de batalla.

Los tercios españoles

Los tercios españoles

Antes de la pólvora

En las películas de Hollywood, las batallas pre-modernas suelen ser retratadas como una masa desordenada de combates individuales, cada uno terminando en la muerte de uno de los participantes, con los dos ejércitos penetrándose unos a otros sin ninguna unidad o formación. Pero según manuales militares y descripciones contemporáneas, las guerras con espadas, lanzas y flechas era un asunto muy organizado, donde mantener la cohesión de unidades era un factor clave en el desenlace de la batalla.

En ejércitos más organizados como los griegos, romanos, persas y chinos, la formación se desplegaba en cuadros y filas para facilitar el relevo de tropas. Entre tribus más primitivas como los celtas, germanos, vikingos y hunos, los guerreros formaban “nubes”, pero cada soldado siempre luchaba como parte de una unidad, protegido por la izquierda, derecha y espalda por sus compañeros. Era importante esta sensación de seguridad, porque una vez perdida, cada hombre se encontraría solo frente al caos y la reacción más común era huir.

Muchos conflictos armados empezaron con un intercambio de misiles, con los arqueros lanzando flechas y las tropas ligeras tirando venablos hacia las filas enemigas. Si ningún bando se diera a la fuga, los dos ejércitos se acercarían para una lucha cuerpo-a-cuerpo. En este momento, se cerrarían las filas y los guerreros más valientes y adiestrados se pondrían delante. Sugería un intenso choque de espadas y lanzas que no solía durar más de 90 segundos, porque el peso de la armadura y el estrés psicológico agotarían a los combatientes de ambos lados. Los dos ejércitos volverían a retrocederse unos pocos pasos a una distancia segura para tomar aliento, hacer relevos, curar a los heridos y prepararse para el siguiente asalto.

Muchas batallas empezaron con un intercambio de misiles

Muchas batallas empezaron con un intercambio de misiles

El factor psicológico

La experiencia de combate cuerpo-a-cuerpo debía de ser altamente estresante y aterradora. La mayoría de las batallas se perdían cuando la formación de un ejército se desintegraba y todo se degeneraba en una huida desbandada. Era entonces cuando sucedía la mayor parte de la matanza, porque con tu espalda al enemigo, no podías hacer nada para defenderte. La tasa de baja entre vencedores y perdedores solía ser muy destacada, a veces con los primeros perdiendo muy pocos hombres y los segundos perdiendo más de la mitad de sus efectivos.

Las fugas solían empezar con los hombres en las últimas filas, los que estaban más lejos del peligro, que cuando vieron a sus compañeros caer como moscas, perdieron sus nervios y abandonaron las filas. Los que estaban colocados delante de ellos, al darse cuenta de que ya no había nadie protegiéndoles las espaldas, también se unirían a la huida, hasta que toda la formación se deshiciese.

Huyendo del campo de batalla

Huyendo del campo de batalla

Muchos estrategas militares comentaron que la sensación de pánico era tan contagiosa en el campo de batalla que una vez que empezase la fuga, no habría nada que podía detenerlo, y por eso, aconsejaron colocar a los luchadores más fuertes y valientes en primera fila y los veteranos más tranquilos en las últimas, porque eran los menos susceptibles al pánico y fuga.

Por supuesto, colocar a la tropa de menos calidad en la primera línea, como hacían las tácticas del siglo XX, no supondría ninguna ventaja. Las espadas y lanzas del enemigo no se desgataban por matar a unos hombres más, y el moral del todo el ejército se desmoronaría cuando muchos soldados caían durante el primero choque, que en el peor de los casos, podría provocar una fuga masiva.

Formación militar bizantina del siglo X

Formación militar bizantina del siglo X

El efecto de las armas industriales

Los grandes avances en las armas de fuego durante el siglo XIX provocaron varios cambios en las estrategias militares, una de las más importantes era la degradación del estatus del soldado.

Durante siglos anteriores, luchar con espada y lanza era una habilidad no tan fácilmente adquirida, y para manejarlo con soltura necesitaba años de instrucción y entrenamiento. Salvo en pueblos guerreros como los vikingos, mongoles o cosacos, los soldados capaces de luchar cuerpo-a-cuerpo era un recurso valioso que no se podía prescindir a la ligera.

Luchar con arma blanca necesitaba años de instrucción y entrenamiento

Luchar con arma blanca necesitaba años de instrucción y entrenamiento

A finales del siglo XIX, con los avances en las armas de fuego, la única habilidad necesaria para ser soldado era apretar el gatillo de un rifle. Cualquier hombre, mujer, anciano o niño, al recibir tres semanas de instrucción, ya podía acudir al campo de batalla. El soldado se convirtió en un recurso abundante y prescindible, igual que los obreros de la fábrica. Si hoy perdiera 10.000 efectivos, mañana podría llamar a filas otros 10.000.

Por otro lado, un único hombre armado con un arma potente ya era capaz de matar a miles con un apretón de gatillo. Distinta a la situación en los siglos anteriores, los mandos militares podían detener a la fuga bastaba con colocar a un soldado en la última línea armada con una metralleta, para pegar un tiro a todos los que se daban la vuelta. La supervivencia de un soldado ya dependía cada vez menos de su oficio, sino de la suerte aleatoria de que una bala o bomba enemiga no le diese, que dependía mucho más de la decisión estratégica de su mando que de su propia destreza con el arma.

Fue en el siglo XIX cuando surgió el reclutamiento masivo y con ello, las tácticas de «desgaste humana», que tanto se ha quedado impreso en la conciencia humana.

Las trincheras de la Primera Guerra Mundial

Las trincheras de la Primera Guerra Mundial

Una propuesta de reforma para el sistema penal

9 Ene

 

Tasa de población reclusa por países

Tasa de población reclusa por países

En la gran mayoría de los países del mundo, los delitos y faltas se castigan por dos maneras: multas o  cárcel. La aplicación y la dureza de las penas varia de país a país. En la actualidad, el país con mayor porcentaje de población reclusa del mundo es EEUU, con más de 700 personas por cada 100.000 tras rejas, seguidos por Rusia, China y Cuba. En Europa, los países con más población reclusa son el Reino Unido, España y Portugal (unos 140 por 100.000 personas).

Curiosamente, la tasa de encarcelamiento no parece tener ninguna relación con la tasa de criminalidad. En EEUU por ejemplo, los delitos violentos (homicidio, robo con violencia, violación) llegaron a su auge en la década de los 80 y desde entonces han ido descendiendo, sin embargo, el porcentaje de población reclusa no para de crecer. En Europa, España y Portugal son dos de los países donde menos delitos se cometen, sin embargo, figuran entre los países con mayor población carcelaria.

Mapa de Europa por tasa de homicidio

Mapa de Europa por tasa de homicidio

La tasa de criminalidad de España está bastante por debajo del medio Europeo

La tasa de criminalidad de España está bastante por debajo del medio Europeo

Hay diversas razones de por qué algunos países encarcelan más personas que otros sin tener una tasa de criminalidad más alta, pero en general, tiene mucho que ver con la dureza de las pena a delitos no-violentos, sobre todo los relacionados con la droga. El caso más exagerado es EEUU, donde desde los años 90, muchos estados han endurecido el código penal para imponer penas de cárcel para cualquier delito trivial como el impago de una multa, el fraude de carné de conducir, la posesión de una pequeña cantidad de drogas, llevar dinero de drogas o encubrir a un amigo por un delito de drogas. La población carcelaria se disparó, con las prisiones llenándose de gente cumpliendo condenas largas que no había hecho daño a nadie. Los más afectados, obviamente, son los jóvenes negros procedentes de barrios marginales.

La gran mayoría de presos estadounidenses fueron condenados por delitos de drogas

La gran mayoría de presos estadounidenses fueron condenados por delitos de drogas

Según una investigación realizada por la antropóloga Alice Goffman entre 2003 y 2009, en las barriadas más desfavorecidas en Filadelfia, muchos varones afroamericanos han pasado casi toda su vida adulta entrando y saliendo de la cárcel o huyendo de la justicia, sólo por posesión de drogas o violación de las condiciones de libertad vigilada, sin haber cometido ningún delito de sangre. Lo peor de todo, como personas marcadas por varias condenas carcelarias, su integración en la sociedad se hace aún más difícil, formando una clase marginal no sólo sumergida en la pobreza, sino también perseguida por la justicia. Toda la comunidad empieza a ver a la policía como represores y se niega a colaborar con ellos, que a la hora de detener a criminales realmente peligrosos, puede suponer graves obstáculos.

La cuestión es, ¿tener tanta gente que no ha cometido un delito violento en la cárcel realmente hace algo bien para la sociedad?

El libro "On the Run" de Alice Goffman explica los efectos nocivo del encarcelamiento masivo en la sociedad.

El libro «On the Run» de Alice Goffman explica los efectos nocivo del encarcelamiento masivo en la sociedad.

Todos sabemos que la cárcel no es un lugar de rehabilitación, sino todo lo contrario. Detrás de los muros existe una ley de la jungla donde los presos más fuertes se imponen sobre los más débiles. Para evitar sufrir agresiones físicas o sexuales, uno tiene que ponerse agresivo o unirse a una banda carcelaria, que en ambos casos, saldría más violento que cuando entraba.

Otros estudios apuntan que tener mucha gente entre rejas puede poner en peligro hasta la salud pública. Como dentro del sistema penitenciario hay una precaria atención médica, muchos presos se contagian de enfermedades, que cuando salen a la calle, contagian a los demás. Algunos sociólogos lo atribuyen al aumento de casos de SIDA en la población afroamericana durante las últimas dos décadas, cuando empezó la política de encarcelamiento masivo.

En las cárceles existe una ley de jungla.

En las cárceles existe una ley de jungla.

Volviendo a los orígenes, los cárceles se inventaron no como un modo de castigo, sino para aislar a las personas «peligrosas» del resto de la sociedad. ¿Cómo se define una persona peligrosa? Es alguien que si le dejaras andar libre en la calle, podría hacer daño a la integridad física de otras personas. Es decir, los asesinos, violadores, maltratadores, pederastas, atracadores violentos, secuestradores, sicarios, terroristas y extorsionistas… Para otros delitos, como el fraude, la posesión de drogas, el robo sin violencia, el vandalismo, el impago de multas, el impago de impuestos, el contrabando etc., sí que hay que castigarlos, pero no con penas de cárcel.

Miguel Montes Neiro pasó 36 años en la cárcel sin haber cometido ningún delito violento

Miguel Montes Neiro pasó 36 años en la cárcel sin haber cometido ningún delito violento

En general, estoy a favor de aplicar una forma de castigar relacionada con el delito cometido. Para el vandalismo, el mejor castigo es obligar al culpable a arreglar los daños causados y todo lo que se ha roto en la misma zona durante un periodo de tiempo. Para alguien que estafa la hacienda, a parte de la multa, también le obligará a pagar un porcentaje extra de impuestos en los años porvenir. Para cualquier delito relacionado con la codicia, como la estafa o el fraude, podría condenar al culpable a vivir durante un tiempo en la pobreza, en infra-viviendas con la mínima cantidad de dinero, haciendo los trabajos más penosos. A todos los delitos de drogas que no consiste en el tráfico y venta de grandes cantidades, se castigarán con servicios comunitarios para la salud pública…, pero todos los castigos siempre en se aplicarán régimen de libertad.

En resumen, el objetivo de mi propuesta de reformar del código penal consiste en tres puntos:

  • utilizar la cárcel sólo como el último recurso de castigo
  • mantener la mínima cantidad de gente en la cárcel
  • pero todos los que están condenados por delitos violentos pasarán entre rejas un largo periodo de tiempo
La serie "Orange is the New Black" se basa en una historia real en una cárcel de mujeres

La serie «Orange is the New Black» se basa en una historia real en una cárcel de mujeres