El trastorno de estrés postraumático: guerras antiguas vs modernas

15 Abr

En todas las guerras a partir del siglo XX, muchos soldados vuelven con el trastorno de estrés postraumático. En los casos más extremos, los veteranos viven tan atormentados por los recuerdos negativos, los ataques de pánico, la pérdida de memoria, el insomnio y los reflejos violentos que se vuelven incapaces de tener un trabajo o relacionarse con sus familiares y amigos con normalidad. Muchas veces, me he preguntado si este fenómeno es solamente una consecuencia de la guerra moderna, ¿o siempre ha existido? ¿Y ocurría con la misma frecuencia cuando luchaban con lanzas y flechas que con la artillería moderna?

Historia de TEPT

La primera vez que hablaba de los traumas psicológicos de combate fue durante la Primera Guerra Mundial, denominado shell-shock en inglés, que literalmente se traduce al «susto de bombardeo». Porque muchos soldados, al regresar del campo de batalla, al oír cualquier ruido fuerte, sufrían un ataque de pánico porque lo confundían con una explosión. Había médicos y psicológicos especializados en tratarlo, en parte para ayudar a los soldados invalidados superar el trauma y enviarlos de vuelta al combate.

Durante la Segunda Guerra Mundial y los conflictos posteriores, se dieron cuenta de que el estrés no sólo fue causado por los bombardeos pero por el combate en sí. De ahí surgió el término del «trastorno de estrés postraumático» TEPT. Se estimaba que 10% de los veteranos estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial lo sufrían. Y en la guerra de Vietnam, la tasa se elevaba a hasta 40%. Y muchos lo siguen sufriendo 5 décadas después.

Dado que durante las décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial ya habían varios enfrentamientos bélicos entre grandes potencias, y en ninguna había mencionado esta condición, ¿qué tenía de nuevo, o diferente, de la Primera Guerra Mundial respecto a los conflictos anteriores? ¿O es que antes simplemente no hablaban del tema porque era tabú?

Fuentes clásicas

Fuentes griegas ya mencionaron que vivir experiencias traumáticas podía provocar enfermedades mentales, pero no hablaron de cuáles eran las experiencias causantes más comunes. El único registro de algo parecido a TEPT a causa de la guerra fue mencionado por Heródoto, y se atribuía al soldado ateniense Epizelus, que se volvió ciego mientras combatía en primera línea de la falange en la batalla de Maratón, sin haber recibido ninguna herida a los ojos. Es cierto que el estrés extremo puede causar la ceguera temporal, pero el caso de Epizelus puede ser más bien metafórico, de haberse quedado inválido tanto para combatir como para llevar una vida normal con plenas facultades, por las heridas psicológicas.

Durante el imperio romano, en la compra-venta de esclavos, el vendedor tenía la obligación de declarar si el esclavo padecía alguna de las siguientes condiciones: si estaba embarazada, si alguna vez había intentado suicidarse, o si alguna vez había sido atacado por una fiera salvaje, como un lobo u oso. Sin embargo, no tenía que declarar si el esclavo había estado en una guerra. Dado que muchos esclavos fueron capturados en batalla, un porcentaje considerable tenía que haber vivido la experiencia traumática de combate, derrota y cautividad. Pero los romanos obviamente no lo consideraban un impedimento para realizar las tareas de esclavo. O mejor decir, el trauma psicológico causado por la guerra era considerado menos grave de lo provocado por el ataque de una fiera.

Fuentes literarias

Otra fuente que ha hablado de los traumas de la Primera Guerra Mundial en comparación con las contiendas anteriores es la novela «El Don Apacible» de Mijail Sholokov. Aunque es una obra de ficción, dado que el autor había vivido cerca de la época y participado en la guerra civil rusa, puede tener algún elemento de verdad.

La novela narra la vida de una familia de cosacos que vivían en la estepa de la orilla del río Don entre el año 1912 y el fin de la guerra civil rusa. Los cosacos era un pueblo guerrero que pasaban toda la vida entrenados para el combate, haciendo escaramuzas con los pueblos fronterizos de la estepa y el Cáucaso, pero siempre montados a caballo y armados con lanza, sable y escopeta.

Cuando estallaron la Primera Guerra Mundial, al escuchar el estallo de las bombas, el traqueteo de la ametralladora, y el ruido de la aviación, muchos cosacos sentían el pánico por primera vez, incluido algunos veteranos que habían pasado toda la vida luchando a lomo de caballo. Además, percibían ese modo de combate como algo cobarde y poco caballeroso, porque según su ética de casta guerrera, los verdaderos soldados siempre se enfrentaban cara a cara, mirando al enemigo a los ojos, en vez de disparar indiscriminadamente desde una distancia, fuera del alcance de la vista.

La guerra antigua vs la guerra moderna

La guerra siempre ha sido, y será, una experiencia estresante, porque se trata de una situación en que si no matas al enemigo enfrente, te matarán, y de ver a tus amigos caer muertos delante de ti, o sufrir heridas espantosas. Sin embargo, existe una diferencia psicológica fundamental entre las batallas en que se luchaban con armas blancas o mosquetes de corta distancia, y las batallas en que se luchaban con tanques, misiles, fusiles automáticos, aviación, artillería de larga distancia.

Primero, cuando luchaban con lanzas, flechas y escudos, la mayoría de los soldados de infantería se colocaban en formación cerrada, hombro con hombro. La caballería también hacía las cargas y retiradas en grupo. Esta cercanía física con tus compañeros podría darte un cierto sentido de protección: que no estás enfrentando a la situación solo, que tus compañeros siempre están ahí para cubrirte. En la guerra moderna, para no convertirse en un blanco obvio, soldados de la misma unidad tienden a repartirse con más distancia en el medio, que durante un tiroteo, podría dar mayor sensación de soledad. Esta diferencia de cercanía física, aparentemente trivial, podría provocar un efecto psicológico de gran diferencia a la hora de enfrentarse a una situación de alto estrés.

Segundo, cuando luchaban con armas blancas, podías ver con mayor claridad de dónde venía cada golpe, estocada o flecha, y defenderte a tiempo. Y dado que las armas eran de corta distancia y los desplazamientos eran lentos, una vez alejado de la línea del frente, ya estabas en relativa seguridad. Pero en la guerra industrial, no ves por dónde vienen la mayoría de los disparos, bombas, misiles y granadas. La aviación, los misiles, y la artillería de larga distancia podría alcanzar hasta cientos de kilómetros de distancia, así que en ningún lugar estás totalmente seguro. Es decir, en la guerra moderna, tienes menos control sobre tu propio destino. La vida y muerte depende mucho más del azar, que de tu técnica de combate.

Tercero, el ruido. La guerra moderna está llena del ruido de explosiones y disparos, con unos decibelios tan altos que el oído humano no ha evolucionado para adaptarse, acompañados con terremotos, incendios, humos de polvo y el derrumbe de estructuras. Y cuando más tiempo te expones a ese ruido, calor y olor, más se segregan las hormonas del estrés en tu cuerpo. Según un estudio psicológico, 98% de personas que se exponen a constantes bombardeos y tiroteos al diario perderían la cabeza en 60 días.

Cuarto, la duración. Las batallas en la época preindustrial solían durar una cuestión de horas, o como mucho un día. En la guerra moderna, cada batalla puede durar días, y a veces semanas o meses, donde los combatientes están sujetos al constante estrés, con la sensación de que el conflicto es interminable. Por esa misma razón, soldados actuales tienen a sufrir más la falta de sueño, porque tienen que estar constantemente preparados para combatir mientras dura la batalla.

Quinto, hasta el siglo XX, la sociedad era en general, mucho más violenta. Dado que la mortalidad infantil era altísima, la mayoría de los adultos ya habrían visto la muerte de muchos hermanos y amigos de la infancia. El sacrificio de animales se hacían de vista al público, tanto como la ejecución de criminales. Y era mucho más normalizado, o socialmente aceptable, resolver conflictos personales con puñetazos y navajazos. Las personas criadas en entornos violentos estarían menos afectadas por experiencias violentas como la guerra. En cambio, a partir del siglo XX, la gente está expuesta a mucho menos violencia a nivel diario, y tiene que romper más tabús en caso de ir a la guerra.

(soldados antes, durante y después de la guerra de Afganistán)

Tomando esos cinco factores en cuenta, podríamos concluir que la guerra moderna es una experiencia mucho más larga, ruidosa, solitaria, donde cada participante sufre la falta crónica de sueño y se siente menos en control de su destino, mientras en la vida cotidiana está mucho menos acostumbrado a la violencia, así que el nivel de estrés psicológico que sufre sería mucho mayor. Y dado que la Primera Guerra Mundial fue la primera contienda en que se lucharon con armas industriales de alta potencia como tanques, ametralladoras, mortero, cazas de combate, minas y gases venenosos, también fue la primera vez cuando se registró una alta tasa TEPT entre los combatientes.

Pero tanto en la antigüedad como en la actualidad, la guerra siempre ha sido una experiencia que transforma vidas. Los que vuelven de la guerra nunca serán los mismos que los que se fueron. Regresando de campañas militares largas, muchos soldados no podían adaptarse a la vida civil, y tenían que buscar otra guerra para ir. Por eso la guerra solía fomentar más guerras.

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