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Las fantasías humanas y las posibilidades de su realización

9 Oct

Desde la antiguedad, los seres humanos han fantaseado con algunos temas existenciales, como la inmortalidad, la vida después de la muerte, el viaje en el tiempo, la separación del cuerpo y mente, y la creación de una humanidad artificial. A veces he pensado que durante los últimos años, con todos los avances tecnológicos, ¿estamos más cerca de convertir algunas de ellas en realidad?

Al menos por los conocimientos científicos actuales, la vida después de la muerte sigue siendo una incógnita, el viaje en el tiempo viola las leyes más fundamentales de la física (salvo si uno consigue viajar más rápido que la velocidad de la luz). Pero vamos a examinar las posibilidades reales de acercarnos a la inmortalidad, la separación de la mente del cuerpo y la creación de una humanidad artificial.

La inmortalidad

Desde la antigüedad, la fantasía de la inmortalidad ha estado presente en muchas culturas. Los dioses griegos son el ejemplo más claro. El primer emperador chino, tras unificar el imperio, envió una flota de 500 jóvenes a explorar los mares para buscar una medicina para detener el envejecimiento. Pero a pesar de toda la obsesión, murió a los 47 años por envenenamiento de mercurio.

Durante el siglo XX, la media esperanza de vida a nivel mundial había aumentado de 30 años a 70, pero se debía principalmente a reducir la mortalidad infantil. A partir del siglo XXI, el número de ancianos mayores de 80 no deja de aumentar, pero en la mayoría de los casos gracias a los medicamentos y cirugías que les mantienen con vida, a pesar de sufrir enfermedades crónicas. Muchos preguntarían: ¿qué sentido tiene vivir más de 100 años si pasas la mitad de tu vida como un anciano? El gran reto ya no es añadir años a la vida, sino en extender los años de juventud.

La noticia prometedora es que durante los últimos 20 años, las investigaciones científicas han hecho grandes avances en encontrar soluciones para retrasar, detener, e incluso invertir, el proceso de envejecimiento. Por un lado, han identificado interruptores genéticos que al desactivarlos, ralentizaría el ritmo de envejecimiento. Por otro lado, el estudio de los telomeros y las células madres han descifrado muchos mecanismos de la regeneración de células. Tengo confianza que dentro de pocas décadas, tendremos en nuestras manos medicamentos para alargar la vida y sobre todo, los años de juventud. Quizás no alcanzaremos la inmortalidad, pero sí lograremos extender la vida por 50 años más.

Por supuesto, con tratamientos efectivos contra el envejecimiento, surgirían nuevas dilemas éticas: ¿será un derecho de toda la ciudadanía, o se venderá en el mercado para quién lo puede pagar? ¿Estaríamos preparados para vivir en una sociedad en que algunas personas podrían vivir hasta los 150 años mientras otras solo hasta los 80, con la especie humana dividida en varias subespecies biológicamente distintas por la capacidad económica que tienen?

Consideramos el mejor de los casos, que toda la humanidad consigue actualizarse a una versión mejorada. La organización de la vida actual, como los años de estudios, de trabajo y de jubilación, se tendrían que replantear. Se me ocurre que una vida de 150 años podría organizarse en varios ciclos formados por 20 años de trabajo y 10 de jubilación, y durante la década de jubilación temporal, uno podría ampliar sus estudios, aprender un nuevo oficio, o criar una familia sin tener que preocuparse de la reconciliación laboral. ¿Suena bien, no?

La separación del cuerpo y mente

La separación entre cuerpo y mente se ha manifestado en varias religiones en la forma del alma y la reincarnación, y también en la literatura de ciencia ficción como Ghost In the Shell, Altered Carbon y Black Mirror. La idea central es que la identidad de cada individuo no reside en su cuerpo físico, sino en la mente, y si lograse extraer la mente del cuerpo, la persona podría continuar viviendo en el mundo de los espíritus, en el ciberespacio, o en otro cuerpo humano, después de la muerte.

Con la tecnología actual, la extracción de la mente del cuerpo aún pertenece al terreno de la ciencia ficción, pero algunos emprendedores, como Elon Musk, están invirtiendo millones de dólares construir una interfaz entre el cerebro humano y el internet. El primer objetivo es facilitar la mente dar órdenes de búsqueda en internet solo con un pensamiento, y recibe la respuesta descargada directamente en las neuronas. El siguiente paso será guardar y compartir pensamientos y recuerdos en la nube. Y el último objetivo será subir toda la conciencia de una persona a la red y crear varias copias de ella, que se puede descargar en distintos dispositivos.

Partiendo de la hipótesis de que un día lograran conseguir el primer objetivo, en mi opinión, el único colectivo que se beneficia de ello son personas que sufren algún tipo de discapacidad. Un parapléjico podrá enviar señales de su cerebro a sus músculos a través de conexiones digitales. Una persona con un brazo o pierna biónico podría moverlo solo con sus pensamientos como si fuera una extremidad natural. Pero para una persona normal, no veo ninguna ventaja que supone realizar una búsqueda con su pensamiento sobre teclearlo en el buscador de Google por una simple razón: podemos controlar lo que decimos y escribimos, pero no podemos controlar tanto lo que pensamos, porque la mente es muy traicionera.

El segundo objetivo, desde mi punto de vista, ya es terreno peligroso porque supone la invasión de una de las últimas barreras de la intimidad, el pensamiento privado. Si creas una copia de tus recuerdos, pensamientos y sentimientos en la red, ¿qué pasaría si alguien lo hackea y te amenaza con desvelar tus fantasías más oscuras a tus vecinos, socios y tus compañeros de trabajo? ¿O lo que piensa de verdad de tu jefe o un cliente importante?

Para lograr el tercer objetivo ya lo veo muy complicado, porque una cosa son los recuerdos o pensamientos de un individuo, otra cosa es su personalidad y conciencia. Y la ciencia ya ha demostrado que la mente y el cuerpo son dos entidades inseparables. La forma en que pensamos, sentimos y percibimos el entorno no solo depende de la actividad neuronal, sino también de las hormonas que segregan nuestros órganos y la bacteria intestinal. Sin aquellas reacciones químicas, es imposible que la mente funcione a 100%.

Pero partiendo de la hipótesis de que un día consiguieran los tres objetivos, sería una acción extremadamente cruel descargar la conciencia humana en una máquina, porque la mente humana necesita un cuerpo carnal para expresarse y comunicar con los demás. Imagínate vivir en una situación en que tu mente funciona a 100%, pero no tienes ojos para ver, boca para hablar, brazos y piernas para moverte y la piel para sentir el tacto, la vida debería ser el peor de los infiernos. Legalmente seguro que estaría prohibido.

La creación de una humanidad artificial

La fantasía de crear una humanidad artificial se ha manifestado en leyendas como el Golem, en la literatura de terror como Frankenstein, y en todas las novelas y películas de ciencia ficción donde salen robots y androides. La inquietud siempre es la misma: que el ser artificialmente creado llega a ser más fuerte e inteligente que su creador y lo domina.

A día de hoy, mucha gente compara el desarrollo de la inteligencia artificial con la creación de una humanidad artificial. Desde mi punto de vista, esta comparación es errónea, porque la inteligencia artificial funciona por un principio totalmente distinto a lo del cerebro humano: en la detección de patrones a base de analizar una cantidad colosal de ejemplos. Puede ser capaz de ganar al campeón mundial en una partida de ajedrez, pero necesita ver miles de ejemplos para poder distinguir un perro de un coche. Mientras un niño de 3 años ya es capaz de identificar un perro basta con haber visto uno.

Por eso, creo que todavía no estamos ni cerca de crear una humanidad artificial. Y lo único que estamos consiguiendo es crear máquinas cada vez más potentes que sirven como herramientas para resolver problemas prácticos. Por eso no me preocupo tanto que nos dominen los robots como en las películas de Terminator, sino en el mal uso de la inteligencia artificial de algunas personas para amasar demasiado poder y dinero, o para sembrar caos, manipular y dominar a otros seres humanos.

¿Ya vivimos en una fantasía del pasado?

A veces también me he planteado que quizás ya vivimos en una fantasía de gente que había vivido siglos atrás porque nuestro modo de vida, para muchas generaciones pasadas, ya parecería un sueño hecho realidad.

Imagínate que hasta hace poco, 3 de cada 5 niños nacidos no llegaban a la pubertad, la mitad de adultos morían antes de cumplir los 50, y las mujeres no conocían ningún método anticonceptivo efectivo. Vivir en un mundo en que uno puede decidir cuándo tiene hijos, cuantos tiene, y que todos pueden llegar a la edad adulta, ya parecería un cuento de hadas.

La «esperanza de vida» a lo largo de la historia humana

18 Mar

En la actualidad, España es el país con la esperanza de vida más larga de Europa, con las mujeres viviendo a una media de 82 años y los hombres a una media de 78.

Desde hace tiempo me ha fascinado el tema de la longevidad humana. Cuando hice una investigación sobre la evolución de la esperanza de vida a lo largo de la historia humana, me topé con una estadística que a primera vista parecía chocante: en 1900, la «media esperanza de vida» en España no llegaban a los 35 años, y en China e India ni siquiera llegaba a los 25.

Al leer estos datos, la primera impresión que tendría mucha gente es que hace un siglo todo el mundo moría antes de los 35 años, y si tenías 33 ya eras un «viejo». En realidad, es una idea MUY equivocada porque la «esperanza de vida» no se mide por la edad máxima a que llega la gente más longeva, sino por la «edad media» de la muerte. Y hasta mediados del siglo XX, debido a una alta tasa de mortalidad infantil, la «edad media» de la muerte era siempre muy baja.

Por ejemplo, si en una población la mitad de la gente muriese en la primera infancia y la otra mita muriese a los 60, la «media esperanza de vida» sería unos 30. Sin embargo, este número carece de sentido como indicador de longevidad.

En 1900, la media esperanza de vida para los hombres españoles eran solo 32 años, pero había mucha gente mayor de 50 y 60 años.

En 1900, la media esperanza de vida para los hombres españoles eran solo 32 años, pero había mucha gente mayor de 50 y 60 años.

Nadie sabe con seguridad hasta qué edad vivía los primeros humanos, pero en general, la evolución biológica de nuestra especie, homo sapiens sapiens, durante los últimos 100.000 años ha sido mínimo, así que, podemos asumir que desde la edad paleolítica la gente ya tenía la potencia de llegar a una edad de 90 o 100, igual que ahora.  Sin embargo, el porcentaje de la población que podía llegar a estas edades avanzadas está condicionado por varios factores: la alimentación, el estilo de vida, las epidemias, entre muchos.

Según varios estudios, durante la edad paleolítica, nuestros ancestros cazadores-recolectores vivían en grupos pequeños de 10 – 30 personas y pasaban la mayor parte de la vida migrando de un lugar a otro en busca de animales para cazar o frutas y plantas para recoger. Debido a un estilo de vida físicamente exigente, sólo los más fuertes y hábiles sobrevivían la infancia. Entre los que llegaban a los 15, quizás muchos podían vivir hasta los 50. Pero a partir de esa edad, cuando el cuerpo ya no tenía fuerzas de enfrentarse a los achaques diarios, muchos empezaron a perecer. Las principales causas de muerte eran accidentes de caza, infecciones, desastres naturales y ataques de depredadores. Las mujeres tenían una mortalidad más alta que los hombres debido a complicaciones durante el parto.

En la edad paleolítica, la "media esperanza de vida" podía ser más larga que durante el imperio romano o la edad media

En la edad paleolítica, la «media esperanza de vida» podía ser más larga que durante el imperio romano o la edad media

Desde hace unos 10.000 años, la sociedad humana experimentó un cambio radical: la revolución agrícola. Las poblaciones humanas empezaron a asentarse en lugares permanentes, dedicándose al cultivo de cereales y la cría de ganado. Debido a que la misma extensión de terreno cultivado podía alimentar a una población 1000 veces mayor que un bosque virgen, la población empezó a multiplicarse. En una cuestión de pocas generaciones, aldeas de 200 habitantes se convirtieron en pueblos de 2000, que más tarde se multiplicaron en urbes de hasta 50.000 habitantes.

La vida para la mayoría de los habitantes en aquellas ciudades pre-modernas era precaria, con docenas de familias viviendo hacinadas en bloques de apartamentos  sin servicios sanitarios. La cercanía de animales domesticados conviviendo con humanos, la ausencia de alcantarillas y la acumulación de basura en las calles crearon un nuevo asesino de masas: las enfermedades contagiosas.

las viviendas hacinadas y la falta de servicio sanitario en las primeras ciudades eran caldo de cultivo para las epidemias

las viviendas hacinadas y la falta de servicio sanitario en las primeras ciudades eran caldo de cultivo para las epidemias

Desde la época neolítica hasta el siglo XVIII, la media esperanza de vida era probablemente más corta que durante la edad paleolítica, gracias a una tasa de mortalidad juvenil aún más elevada debido a las siguientes causas:

– epidemias de gripe, viruela, neumonía, tuberculosis, cólera, tifus, sarampión, polio diezmaban más de la mitad de niños en cada generación

– con una organización social cada vez más compleja, la división de trabajo y estratificación social crearon una profunda desigualdad socioeconómica, con la masa de campesinos subsistiendo de una dieta basada solamente en cereales, con carencias de proteína y fibra.

Algunas estimaciones indicaban que cada mujer tenía que tener una media de 5 hijos solo para mantener el mismo nivel de población, porque 3 de los 5 no sobrevivirían hasta la edad de reproducción. Y por supuesto, cuando más hijos tenía una mujer, mayor riesgo que se enfrentaba ella a morir durante el parto.

Se han hecho varios estudios sobre la mortalidad y longevidad en el Imperio Romano.   Aquí presento una la tabla de estimaciones realizadas por la Universidad de Texas:

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La «media esperanza» de un bebé recién-nacido era solo 21 años, y tenía un 36% de probabilidad de morirse antes de cumplir un año. Sin embargo, una vez cumplido los 10 años, podía esperar llegar hasta los 44, y entre los que llegaban a 20, un buen porcentaje podían vivir hasta casi los 50. Por supuesto, también había gente que vivía más de 80 años (como bien comprobado por fuentes históricos), pero solo 1 de cada 1000.

Quizás desde el Imperio Romano hasta el siglo XVIII, la media esperanza de vida era parecida, susceptible a fluctuaciones dependiendo de la cosecha, conflictos armados, condiciones higiénicas y brotes de peste.

Los soldados romanos normalmente se alistaron a los 18 - 20 años durante un periodo de 25 años. Sólo la mitad llegaban a ver la jubilación

Los soldados romanos normalmente se alistaron a los 18 – 20 años durante un periodo de 25 años. Sólo la mitad llegaban a ver la jubilación

A partir del siglo XIX, con la revolución industrial, en Europa empezó a registrar un aumento de esperanza de vida, principalmente debido a los siguientes factores:

– la construcción de alcantarillas y fuentes de agua potable en las urbes grandes

– mayor entendimiento de la causa y transmisión de enfermedades

– cambio de costumbres higiénicas: como lavar las manos, que reducía mucho las infecciones

Pero la verdadera revolución no llegó hasta el siglo XX, gracias a los grande avances de medicina y la vacunación universal de la población contra las epidemias más contagiosas. A lo largo de siglo XX, la tasa de mortalidad infantil bajó de unos 20% a principios de siglo XX a menos de 1% a principios siglo XXI en los países desarrollados.

Actualmente, la media esperanza de vida a nivel mundial se situa a unos 67 años. En comparación con los 31 años a principio de siglo XX, ha sido un avance tremendo, pero se debe principalmente a la bajada de la mortalidad infantil y juvenil más que a la extensión de la longevidad.

Las principales causas de la muerte son el cáncer, enfermedades cardiovasculares y accidentes, y la mayoría de las muertes se concentran a las edades a partir de los 60 años.

Muchas veces se oye la gente decir que antes la gente no sufría enfermedades como cáncer, diabetes o hipertensión. Yo tengo una explicación mucho más lógica: hasta hace pocas décadas, mucha gente simplemente no llegaba a la edad para desarrollar cáncer o sufrir infartos, y algunos que habían muerto de cáncer no conocían la causa; los familiares simplemente decían que había muerto «de viejo».

En fin, el ser humano siempre ha tenido el mismo límite de longevidad desde la prehistoria, pero antes, morir de «viejo» era un privilegio de unos muy pocos, ahora ya es la «norma», y con los avances de medicina, muchos ya lo consideramos un «derecho».

Hasta bien entrada del siglo XX, llegar a la vejez era un privilegio de unos pocos

Hasta bien entrada del siglo XX, llegar a la vejez era un privilegio de unos pocos